viernes, enero 30, 2004

que bello es reciclar:
Seguir, arrojarse al vacío tan sustancioso de ver la vida de otros a través de una oscura noche y de un silencioso lugar, sonriéndole a Gonzo, mientras se cruza de manos sentando en el respaldo de mi asiento, a mi lado, siendo el compañero ideal de estas noches de ideas cursis y de amargos desenfados, como imaginar que los ojos están cayéndose a pedazos por el paso de las horas y que la luna es otra excusa para pensar un poema vil y gacho como dicen en mi pueblo.
Querer es poder, poder es desear, siendo una hora propicia me lanzo por el recuerdo mas escuálido y sencillo, lo alimento de fantasías para hacerlo fuerte e inmune ante la avalancha de realidades que me atormentan por el día, mientras camino por la larga carretera que llaman Libramiento, quisiera librarme de esas ideas que se pegan a mis zapatos como piedritas emigrantes, llenas de historias, de otras llantas que las pisan, de otros zapatos que las golpean
Aun sigo viendo a Gonzo, muñeco repleto de mensajes ocultos, de infantiles sucesos, de identificaciones en el horario de las once, cuando me estremecían los cazafantasmas, cuando los tigres del mar sucumbieron al olvido de los demás y en mi mente son apenas esbozos de una idea magnifica, cuando los plativolos reinaban la barra de caricaturas y los dinosaurios no eran tan reales como lo son ahora entre parques jurasicos uno y dos y los clones que se aparezcan por ahí, que tantas ideas me trae Gonzo, solo con su mirada perdida, me agrada, me emociona tener a Gonzo, de pequeño me sentía uno con él, mis ideas locas que nunca me abandonan, no puedo reconocer los días de verano, cuando corría a través de las calles del pueblo natal de mis padres, buscando un lugar donde jugar canicas o el espacio suficiente para volar papalotes, tantas cosas bellas que se fueron, cuando jugar era la máxima del día.
Escuchas la segunda campanada de una iglesia que nunca existió, pero aun así mi fervor religioso me hace recordar que nunca hubo tal, jejeje, pasaron las horas en el pensar momentos útiles para matarnos, aunque sea de hastío, buena muerte ha sucedido y el buen Gonzo todavía sonríe conmigo.