viernes, enero 30, 2004

Reciclo algo que hace tiempo escribi:
Pasan las horas, el martilleo de los sueños en mi cabeza, dándome lecciones sobre futuros improbables, pasados inalcanzables, correteando por mi mente a la velocidad de los rostros ahora desconocidos por mi corazón, huyo lentamente a través del sonido de la televisión, el clic, el sonido que llega en la oscuridad de la caja negra, estoy salvado, brevemente, sin asideros, la tristeza huye despavorida, la estática de mis sueños se convierte en el canal de turno, puedo aun escuchar el breve acorde que generan mis dedos al cambiar de señal, como Dios cambiando la historia, mi historia, siendo todo tan breve, la historia no cambia, lo se, no puedo ser callado, la televisión deja su huella, tengo que cambiar de canal, ser Dios en un segundo y espectador en el otro, el cambio, la historia que no es mía pero observo detenidamente o despreocupadamente, cual dios griego en época de hastío.

Siguen pasando, las horas, y yo se, que esa historia trágica del canal pasado es un recuerdo breve en la felicidad venidera, quien pudiera comentarme que el futuro no existe, es solo el prestanombres del presente, el engaño era casi perfecto, pero no es posible engañarme, bueno, aunque sea un momento puede ser deslumbrado.

Entonces es cierto, no hay verdad tan probable como el hecho de que estoy sentado inventando una mentira y solo con el pretexto mas cruel de que un grupo toca una canción melódica y triste, como verme sentado una tarde en una playa, mirando el atardecer a través de la ventanilla de un bus en marcha o subir a la azotea de la casa y ver a la ciudad murmullar los secretos que nunca compartirá, yo se, y alguien mas lo sabe, que esto es un ejercicio, la programación ha terminado, cocinar mejor, tener un cuerpo escultural o bajar de peso no es la opción en turno, así que la caja tiene que callar y cual personaje de mito griego maldigo a los dioses de la programación por no darme una mejor opción para soñar.